¡Vaya lío tenemos en casa! ¿Vosotros os podéis creer que se pueden tener tantas cajas por medio en una casa tan pequeña? ¡Me ha costado hasta encontrar mi libreta de viajes! Pero bueno, hay que pensar en las cosas buenas… En veinte días estaremos mudándonos a nuestro piso nuevo, más grande y más bonito. Queda mucho por hacer, pero merecerá la pena, ya lo creo.
Y ahora que he recuperado mi libreta (¡escondida al fondo de una enorme caja! ¿Os podéis creer?), puedo seguir contando el viaje a Chile. ¡Que a este paso me da tiempo a volver antes de haber terminado!
Nuestro sexto día lo pasamos organizando cosas para la escapada que íbamos a hacer. ¡Nos íbamos a Valparaíso y a Viña del Mar! Reservamos una habitación en un pequeño hotel en Viña del Mar, los billetes para el autobús… Y por supuesto, teníamos que pensar qué sitios queríamos visitar. Para ello recurrimos al padre de Joaquín. Él nació en Valparaíso, y se conoce la ciudad mejor que nadie. Mientras mirábamos un mapa en internet, nos fue explicando las mejores formas de movernos por la ciudad, y los sitios que merece la pena visitar, para que no nos perdiésemos nada.
Al día siguiente nos levantamos bien temprano para ir a la estación de autobuses. Teníamos poco menos de dos horas de viaje, así que dimos una pequeña cabezadita en el autobús. Finalmente llegamos a la estación de autobuses de Viña, y allí nos hicimos con un mapa de la ciudad, y otro de Valparaíso. Nuestro hotel no estaba muy lejos, así que decidimos ir a pie. Nuestro hotel estaba en una pequeña cuesta junto a un pequeño palacete, cuyo nombre no conseguimos averiguar (¡hay tantos castillos y palacetes en Viña!). En cuanto nos dieron la habitación echamos un vistazo al mapa de Valparaíso, para organizar nuestro recorrido, marcando los sitios que nos recomendó el padre de Joaquín.
¡Había tantos sitios para visitar! Y todo cuesta arriba…
Sin pensárnoslo dos veces, deshicimos nuestro equipaje para quedarnos sólo con lo justo para ir de paseo, y pusimos rumbo al metro. ¡Nos íbamos a Valparaíso! Aunque Viña del Mar y Valparaíso sean dos ciudades completamente distintas, están una junto a la otra. ¡En el mapa prácticamente se solapan! Tomamos el metro hasta el puerto de Valparaíso, donde se encuentra la estación final. Teníamos algo de hambre, así que decidimos comernos unos completos en la misma estación de metro.
Salimos directamente a la Plaza Sotomayor, donde se encuentra el monumento a los Héroes de Iquique. Este monumento conmemora una de las batallas navales de la Guerra del Pacífico (en la que Chile se enfrentó a Bolivia y Perú), que tuvo lugar en la bahía de Iquique en 1879, y a todos los hombres que murieron en ella, incluído el comandante Arturo Prat. Justo debajo hay un mausoleo, donde se encuentran enterrados.
Ese de ahí arriba es Arturo Prat. Y esa de ahí abajo soy yo.
Justo enfrente del monumento a Prat, está el edificio de la Comandancia de la Armada. Es un edificio que llama mucho la atención. ¡Es azul!
¡Qué edificio tan bonito!
Justo detrás de la Comandancia de la Armada están los Tribunales de Justicia y, poco más allá, el Museo Lord Cochrane, uno de los edificios más antiguos de la ciudad. ¿Sabíais que fue el primer primer observatorio astronómico de Chile? Ahora, quizá no se vean tan bien las estrellas, debido a las luces de la ciudad, pero lo que sí tiene aún son unas vistas preciosas desde el mirador. Allí se exponen piezas de modelismo naval. Después de asomarnos al mirador, nos dirigimos al ascensor Peral, para subir a la cima del Cerro Concepción. Los ascensores de Valparaíso son los funiculares que llevan desde las partes más bajas de la ciudad a la cima de los cerros, para facilitar el acceso, porque las calles son empinadísimas. ¡Algunos llevan ahí desde finales del siglo XIX! Y por supuesto, le dan un aspecto aún más mágico y pintoresco a la ciudad. En la actualidad funcionan sólo unos pocos. Algunos se están reparando, pero otros han quedado como monumento histórico de la ciudad, fundiéndose con el paisaje de los cerros. Este en concreto, el Peral, lleva funcionando desde 1901.
¡Allá vamos! Qué impaciente estaba por subir al cerro…
Según llegamos arriba y salimos del ascensor, vimos el Palacio Baburizza, construído en 1916 para la familia italiana Zanelli, aunque su nombre se debe a su siguiente propietario, Pascual Baburizza. Ahora es la sede del Museo de Bellas Artes. ¡Y tiene un mirador desde donde se ve todo Valparaíso!
Que conste que no me estaba intentando colar, ¿eh? Sólo me estaba apoyando para la foto.
¡Me encanta lo coloridos que son los cerros de Valparaíso!
El siguiente punto que nos recomendó el padre de Joaquín era el Museo Lukas. Decidimos ir caminando, recorriendo el Cerro Concepción de arriba abajo, y de abajo arriba, por todas sus coloridas y empinadas calles. Las cuestas arriba costaban un poco, pero las callejuelas escondidas y pintadas de colores merecían el esfuerzo.
El arte callejero es uno de los rasgos más característicos de Valparaíso.
Llegamos por fin al Museo Lukas, del que Joaquín tenía buenos recuerdos de pequeño. Muestra la obra del caricaturista Renzo Antonio Giovanni Pecchenino Raggi (como su nombre era muy largo, firmaba siempre con el seudónimo «Lukas»). Había un poco de todo, desde viñetas humorísticas que resaltan rasgos típicos chilenos y de Valparaíso, hasta preciosos grabados de las calles de la ciudad, pasando por dibujos de animales inventados (el gallo-pulpo era especialmente curioso) y las aventuras de Don Memorario y su amigo Florencio. Un museo pequeñito, ¡pero muy interesante!
Junto al museo está el Gran Hotel Gervasoni, construído en 1870 y restaurado como un lujoso hotel-restaurante con una terraza cuyas vistas son impresionantes. Aunque fuese caro, creo que me habría gustado tomar un café allí, en la terraza junto a la fuente… Pero sólo teníamos un día para visitar la ciudad entera, y no podíamos pasarlo tomando cafés. Así que decidimos continuar nuestro recorrido turístico. Para ello teníamos que volver a bajar del cerro, por lo que nos dirigimos al Ascensor Concepción, el más antiguo de la ciudad, ¡y que sigue funcionando!
Chicos, siento mucho tener que interrumpir mi relato, pero Marta me está llamando a cenar. Además, hoy toca mi plato favorito. ¡Maíz! En otra ocasión continuaré contando mi día en Valparaíso, aún quedan muchas cosas por ver. El reloj Turri, la casa de Neruda… ¡No os lo perdáis!
¡Hasta la próxima!
¡Me encanta el maíz! ¿Sabíais que en Chile lo llaman «choclo»?