Japón, día 1
¡Por fin me pongo a ello! Aquí os traigo el primer capítulo de mis aventuras en Japón.
Como ya os conté en mi anterior artículo, fue un viaje que llevábamos muy bien planificado, para el que habíamos buscado muchísima información. Pero hay un pequeño detalle que no os conté. Ese «nosotros» tampoco era del todo cierto, ya que Marta lo planificó todo, yo no hice más que cotillear el historial y mirar por encima del hombro. «¿Por qué?», os estaréis preguntando. Pues veréis…
Es que fui de polizón.

No me querían dejar ir a Japón, porque era la luna de miel de Marta y Joaquín. ¡Pero yo no iba a permitir que hiciesen un viaje así sin mí! Así que me colé en la mochila de Marta sin que se diese cuenta. ¡No se enteró hasta que ya estábamos en el avión! Y ahí ya era demasiado tarde para mandarme de vuelta a casa, así que me dejaron disfrutar del viaje con ellos. ¡Yupi!
Teníamos un vuelo directo desde Düsseldorf a Narita, así que, aunque fue largo, no se nos hizo pesado. Además, como en todos los vuelos del estilo, teníamos películas, una almohada y una mantita. También tengo que destacar que la comida que dan en los aviones de ANA está muy rica, en comparación a otras aerolíneas.

No sólo me colé de polizón en el avión, sino que también me bebí el té de Marta.
Tengo que admitir una cosa: el jet lag nos pegó bien fuerte, ya que eran ocho horas de diferencia entre Japón y Alemania. Llegamos sobre las cuatro de la tarde, y teníamos tal desorientación que, al ver la luz del exterior, no sabíamos si amanecía o anochecía. Y yo que creía que estaba acostumbrada al jet lag por mis viajes a Chile… ¡Qué ilusa!
La desorientación no sólo se debió al cambio horario, sino también a que Japón es otro mundo. Uno baja del avión, y ya sabe que este país es completamente diferente a lo que conoce. ¡Incluso los gestos y la forma de ser de la gente son distintos! Además, por supuesto, del idioma, del que no teníamos más que una ligera idea. Así que aquí te doy mi…
Consejo para guiris* nº1:
Aprende japonés. Aunque sólo sea un poquito, lo básico para orientarte, comunicar y entender cosas fáciles. Además, la gente se alegrará mucho de que te intereses en aprender su idioma. Si te das por vencido, hazte con un buen traductor para el móvil.
Lo primero que hicimos fue ir a recoger en correos el pocket wifi que habíamos reservado desde Alemania, y que nos fue muy útil. Uno pensará «pero de vacaciones uno tiene que desconectar, no necesita internet«. Pues bien…
Consejo para guiris nº2:
Google Maps es tu amigo. Muchas veces en los mapas no vienen los nombres de las calles, excepto las más principales, así que puede ser fácil perderse. Además, en Google Maps puedes marcar los sitios que quieras visitar, o guardarte uno de los mapas de Japonismo con sus rutas recomendadas. También, como te explico en mi artículo anterior, te recomiendo alguna aplicación para el transporte público, como NaviTime, que descubrimos en la publicidad del avión.
Lo segundo que hicimos fue ir a coger el tren a Tokio. Nos decidimos por el Skyliner, porque era más rápido, cómodo y nos iba a dejar en la estación de Ueno, muy cerquita de nuestro hotel. Podríamos haber activado directamente nuestro JR Pass (algo que os recomiendo mucho comprar, si os vais a mover por todo el país), pero como no íbamos a salir de Tokio hasta unos días después, no nos merecía la pena. En este artículo os explico cómo lo hicimos. Nos llamó la atención lo limpios y cuidados que están los trenes en Japón. Cuando uno vuelve a Alemania, se queda un poquito decepcionado…
Mientras estábamos en el tren, iba anocheciendo (¡aunque era muy temprano!), y cuando llegamos a Ueno, ya estaba totalmente oscuro. ¡Qué de gente había en esa estación! Las estaciones de Tokio en hora punta pueden llegar a asustar. Fue un poco complicado movernos con las maletas sin molestar a la gente. Desde Ueno fuimos caminando a nuestro hotel, que estaba a unos 10 minutos. Estaba muy bien situado, justo al lado del mercadillo de Ameyoko. ¡Una zona muy bien comunicada! En ese pequeño tramo de camino al hotel fui fijándome mucho en las calles y en la gente, y ya me di cuenta de que Tokio tenía algo especial, un ambiente totalmente distinto a otras grandes ciudades donde he estado, como París, Londres o Nueva York. Había zonas muy concurridas, pero también zonas muy tranquilas. Además, pudimos disfrutar de la decoración de Navidad, que ya estaba puesta en muchos sitios.

Como, aunque no era tarde, ya era de noche, tras dejar las maletas en el hotel decidimos tomarnos la tarde con calma, dar un paseo relajado por los alrededores. Nos comimos unos takoyakis (que son unas bolitas rellenas de pulpo) en el mercadillo de Ameyoko. En ese mercado puedes encontrar desde comida, dulces y recuerdos, hasta ropa, cosmética y electrónica. ¡Y todo bastante baratito! Eso sí, te recomiendo una cosa…
Consejo para guiris nº3:
En invierno anochece temprano, y en Japón aprovechan al máximo el sol. ¡Se cierra muy temprano! Generalmente las tiendas cierran entre las 17 y las 18 horas, y los restaurantes tampoco suelen cerrar tarde. Así que te recomiendo que te levantes temprano, te adaptes al ritmo, y revises los horarios de los lugares que quieras visitar.

Después de comer nuestros takoyakis y dar un paseo por Ameyoko, decidimos seguir caminando en paralelo a la línea Yamanote, hasta llegar a Akihabara. Seguramente hayáis oído hablar de este barrio, pues es bastante conocido por sus tiendas de electrónica (¡no por nada lo llaman Electric Town!), sus locales de recreativos, y sus tiendas de videojuegos, manga, y anime. ¡Había tantas luces que uno no sabía a dónde mirar! En próximos artículos os contaremos nuestras frikis interesantes aventuras en Akihabara. No nos entretuvimos mucho ese primer día, porque estábamos muy cansados y queríamos acostarnos temprano, pero sí que entramos a algún local de recreativos a jugar y para pasar el rato. No tuvimos suerte con las máquinas de sacar peluches, pero sí que me di un capricho con una de estas máquinas donde sacas un juguete sorpresa en una bolita.

El vuelo había sido agotador, así que quisimos volver temprano a nuestro hotel. En general, en los hoteles japoneses se cuidan mucho los detalles. Te dan casi siempre zapatillas, champú, acondicionador, cepillo de dientes, ¡y a veces incluso el pijama! Y una cosa que nos llamó mucho la atención de los hoteles japoneses, es que la mayoría (al menos de los que conocimos) tenían acceso a un onsen, o baño termal. Es una experiencia muy interesante, ya os explicaré de forma más detallada en qué consiste.
Como estábamos tan cansados, nos metimos enseguida en la cama y no tardamos en quedarnos dormidos. Y fue una suerte, ¡porque al día siguiente estábamos despiertos a las 5 de la mañana! Maldito jet lag…
*Si no eres español, quizá no sepas lo que significa «guiri«. Es una forma de llamar al típico turista. Ese que, al verle, piensas «este no es de aquí». En España, por ejemplo, te encuentras a la típica persona con quemaduras del sol, cámara de fotos y chanclas con calcetines. Eso es un guiri. Los guiris tienden a desconocer la cultura del país que están visitando y cometer algunos errores típicos (por ejemplo, pedir una paella en Asturias o intentar comer aceitunas con tenedor. No lo hagas). Como esta vez éramos nosotros los guiris, os quiero dar unos pequeños consejos para que no os sintáis tan perdidos.
Maaaaaas
¡Pronto habrá más!