Muchos de vosotros ya lo sabéis, pero ¡hoy es mi cumpleaños! Cumplo siete años, y parece que fue ayer cuando aún estaba en la estantería de una tienda rodeada de más gallinitas… ¡Cómo pasa el tiempo!
Mientras me como mi deliciosa magdalena de cumpleaños, os cuento una de mis últimas excursiones, al castillo de Manzanares el Real, en Madrid.

Una tarta sería demasiado grande para mí, ¡pero me encantan las magdalenas de chocolate!
¡No hay nada como un sábado de excursión con amigos! Manzanares el Real está en Madrid, a poco menos de una hora en coche del centro de la ciudad, y es un pueblo bonito y tranquilo de montaña, junto al río Manzanares y a los pies de la Sierra de Guadarrama y de La Pedriza, lugar ideal si te gusta el senderismo y los paseos por la montaña. Otro día quizá os enseñe algunas rutas de La Pedriza, pero aquel día nuestro objetivo era otro: visitar el Castillo. Así que Marta, Luis, Marian, Nuria y yo nos pusimos en marcha bien tempranito por la mañana.
Una vez allí nos enteramos de algo muy interesante. ¿Sabíais que en Manzanares había dos castillos? Este dato es muy poco conocido, pero el castillo que todos conocemos es el más nuevo de los dos. Resulta que, tras la reconquista de la zona a los árabes, en el siglo XIV se le entregó esta comarca a la familia Mendoza, que construyó una fortaleza junto al río. Pero de esta sólo se conservan los cimientos, ya que…

Aunque ahora no lo parezca, esto era un castillo. La farola se ha conservado muy bien. Ah, ¿que no había electricidad en el siglo XIV?
…las piedras del castillo original se utilizaron para construir el castillo nuevo un siglo después, que es el que todos conocemos. Este, sin embargo, no era una fortaleza, sino un palacio y residencia de la familia Mendoza. ¿Cómo sabemos esto? Nuestra guía nos lo explicó con un sencillo ejemplo: ¿acaso os parece que ese balcón tan bonito es práctico para defenderse?

¡Esto sí se puede llamar castillo!
Aquí residió la familia Mendoza, duques del Infantado, durante más o menos un siglo. Sin embargo, la familia quedó arruinada y no pudo seguir manteniéndolo, así que el castillo fue abandonado. ¡Qué pena! Por suerte, a lo largo de los siglos, el castillo se mantuvo casi intacto, hasta que, a principios del siglo XX, comenzó a ser restaurado.

¡Desde la cabeza de Marian se ve todo el patio!
¡El castillo está muy bien restaurado! Han vuelto a poner muebles, han arreglado la calefacción… Espera, me dice Marta que en el siglo XV no había calefacción. ¡Bueno, las chimeneas también están arregladas! Está todo planeado para que, al entrar en el castillo, sientas que has viajado al pasado.

Aquí estoy, esperando a que los mayordomos me sirvan la cena.

Ser noble en aquella época tenía que ser duro, con tantas cartas que leer, ¡y con tan mala caligrafía!

Nuria me subió por las escaleras de caracol. ¡Qué mareo!
Lo que más me gustó del castillo fueron las torres y los balcones, de estilo gótico. Con las vistas tan bonitas que había, me imagino a la familia Mendoza mirando durante horas por la ventana…

¡Soy una princesa en la torre!
El castillo es pequeñito y se puede ver con calma en una mañana, lo cual nos dejó bastante tiempo para comer tranquilamente y pasear por el pueblo y los alrededores. ¿Habéis visto alguna vez cigüeñas pasear por la calle? ¡Aquí veréis unas cuantas! El tejado de la iglesia estaba lleno de nidos.
Espero que os haya gustado este artículo. Pronto escribiré sobre mi viaje a Santander. ¡Que ya va tocando, hace un año que fui!
También viajaré dentro de poco a Málaga, donde iré a una boda, y en septiembre volveré a Chile. Eso sí, ¡dentro de Chile estaré explorando sitios nuevos!
¡Nos vemos pronto!