¡Por fin llegó el día! ¡Nos íbamos a Berlín! Ya teníamos la maleta preparada el día anterior, así que el martes sólo tuvimos que levantarnos, desayunar y salir hacia el aeropuerto. El vuelo se hizo corto. ¡Menos de una hora! No estamos acostumbradas a vuelos tan cortos… En cuanto aterrizamos nos cambiamos de terminal, para encontrarnos con Alicia frente a la oficina de información turística. Entonces me llevé una sorpresa. ¡Jackson no venía! Resulta que estaba demasiado gordo y no cabía en la maleta… ¿Cuántas veces tengo que decirle que tiene que ponerse a dieta? Pero en fin, con o sin Jackson, estaba ahí para disfrutar al máximo de Berlín.
Lo primero que hicimos fue pedir los tickets de transporte en la oficina de información. Pedimos un pack especial con los tickets para los tres días, con el que además nos hacían descuentos en los museos. ¡Además nos daban un mapa! Según terminamos, cogimos el autobús. Había uno directo desde el aeropuerto hasta Alexanderplatz, justo al lado de nuestro hotel. ¡Qué suerte!
En el autobús estuvimos echando un vistazo a la guía que nos regalaron.
¡El hotel era una pasada! Qué camas tan cómodas… Los Ibis Styles siempre son una buena opción. Nos sentamos un ratito a echar un vistazo al mapa y a organizar nuestra tarde. Lo primero era buscar un sitio para comer. ¡Qué hambre teníamos! Seguro que en Alexanderplatz había para elegir, así que nos dirigimos hacia allí.
¡Desde ahí se veía la torre de la televisión! ¡Qué alta!
Nos decantamos por un pequeño sitio de kebab. ¡Teníamos tanta hambre que no había ganas de pensar! Mientras comíamos miramos la guía para informarnos un poco sobre Alexanderplatz. No es la plaza más bonita del mundo, pero sí es muy importante. Estaba en el lado este del muro, y en ella se hicieron manifestaciones masivas pidiendo la unión de Berlín (¡se concentraron más de medio millón de personas! Uno se pregunta cómo cabían…). Desde la plaza se puede ver la Fernsehturm, la torre de la televisión, ¡también tiene un fantástico Reloj de las Horas del Mundo! Arriba y abajo tiene escritas las ciudades principales de cada huso horario, y la parte del centro va girando para indicar qué hora es en cada sitio.
Aquí tenemos a Marta, indicando que en Santiago de Chile eran las 9 de la mañana, 3 de la tarde en España. ¿Por qué Santiago de Chile? ¡Porque es nuestro próximo destino!
Después de comer volvimos al hotel para echarnos una siesta. ¡Alicia se había levantado a las cuatro de la mañana! Sí, definitivamente, había que dormir. ¡Cómo nos cundió la siesta! Nos despertamos como nuevas, con energías para recorrernos la ciudad de punta a punta, digo… ¡de este a oeste!
Decidimos empezar subiendo a la Fernsehturm. ¡Es altísima! Os podréis imaginar que desde allí arriba se podía ver todo Berlín, pero si mirabas hacia abajo… Uff, ¡qué vértigo! Después pusimos rumbo a la isla de los museos. Aquí están algunos de los museos más importantes de Berlín, además de la Catedral (Dom). ¡Qué isla tan preciosa! Todo lleno de árboles, fuentes… Y los edificios parecen recién salidos de la antigua Grecia. Empezamos visitando la catedral. ¡Qué grande era! Pero uff, no os podéis imaginar el cansancio que da subir a la cúpula… ¡Y todo a pie! Pero aunque estuviese un poco nublado, las vistas realmente merecían la pena…
Aquí está la Altes Nationalgallerie, la antigua Galería Nacional. Justo detrás está el Museo Pérgamo.
Tras salir de la Catedral (y aún con las piernas de gelatina) se nos ocurrió entrar a algún museo por seguir con una visita más relajada. ¿Por qué no el museo Pérgamo? Habíamos oído que tiene colecciones de arqueología impresionantes. Pero, ¡sorpresa! Estaba cerrado. Claro, es que ya eran las seis y media de la tarde. Tendríamos que dejarlo para otro momento.
Cambiando nuestros planes y mirando qué teníamos cerca, se nos ocurrió ir dando un paseo hasta el Checkpoint Charlie. Repartidos por toda la ciudad hay trozos de lo que fue el muro, que ahora se han pintado como exposición de arte urbano. Dan un toque muy colorido a la ciudad, te hacen pensar con alegría cómo cayó el muro y se convirtió en arte. También hay en el suelo una línea de baldosines rojizos que recorre todo Berlín indica por dónde pasaba el muro. Además, en todas las tiendas de recuerdos venden trocitos de muro. Es interesante saber que te estás llevando un trozo de historia a casa.
Aquí antes había un muro… La verdad es que cuesta un poco imaginárselo.
Por fin llegamos al Checkpoint Charlie, uno de los puntos más turísticos de Berlín. Era un puesto en la frontera entre la zona soviética y la americana de Berlín, y permitía el paso (a algunos, claro está) de un lado a otro del muro. Hay un enorme cartel donde avisa «Estás saliendo del sector americano«.
Aquí estoy, en el Checkpoint Charlie, vigilando el paso.
Entonces, ¡puf! Se puso a llover a mares. Nos metimos en una tienda de recuerdos a refugiarnos. Dio la casualidad de que era la tienda del museo del Checkpoint Charlie. El museo estaba ya cerrado, pero la tienda seguía abierta, así que aprovechamos y compramos un par de postales con trozos de muro. Le enviaré una a Jackson, ya que no ha venido… La lluvia no amainaba, y estábamos un poco cansadas, así que decidimos comer algo en el McDonalds (qué originales somos, ¿verdad? Es que estaba al lado…) y nos volvimos al hotel a descansar. ¡Había que recuperar energías para el día siguiente!