Tengo que confesaros que, aunque no haya escrito aún sobre ellas, este invierno las excursiones nos han cundido mucho. Aquella semana de febrero sólo teníamos un día libre, así que nos decidimos por algo que tuviésemos cerca de casa, que pudiésemos ir por la mañana y volver por la tarde. ¿Por qué no Bonn? No hubo que pensarlo mucho. Marta, su novio Joaquín y yo nos levantamos prontito y nos fuimos a la estación de tren. Una hora más tarde ya estábamos en Bonn.
Bonn no es una ciudad tan grande como Frankfurt, pero sí muy bonita… ¡Y con casi 2000 años de historia! Empezó siendo una colonia romana, llegó a pertenecer a Francia (¿sabíais que en Bonn Napoleón se cayó del caballo?), hasta llegar a ser la capital de la Alemania Federal. ¡Pero lo más conocido de esta ciudad es que aquí nació el famosísimo compositor Ludwig van Beethoven! ¿Quién no ha oído alguna vez su Quinta y su Novena Sinfonía?
Lo primero que hicimos al salir de la estación fue dirigirnos hacia la oficina de turismo más cercana, para conseguir un mapa. Pero por el camino encontramos una fuente, con unos niños persiguiendo gansos. No era un monumento histórico, pero me llamaba. «¡Henrietta, ven a hacerte una foto!«, me decía. Así que le hice caso.
¡Uff, qué frío estaba el ganso!
Caminando un poco más por la misma calle llegamos a Münsterplatz, donde estaban la catedral y la estatua de Beethoven. Aunque ¡quién hubiera dicho que era una catedral! Sus torres daban un aspecto casi de castillo de cuento de hadas. Lo más bonito de la catedral fue el claustro, de la época románica. Me encantaba la tranquilidad que inspiraba, daban ganas de sentarse a leer un libro tranquilamente… ¡Pero no había tiempo para eso! Había que ver el resto de la ciudad (¿qué os estaría contando ahora mismo si me hubiese puesto a leer un libro? Salimos de la catedral y nos fuimos a hacer una foto con Beethoven. Haciéndome hueco entre los grupos de turistas que había por allí, conseguí hacerme una.
¡Ja! ¡Y conseguimos que pareciera que no había nadie!
Justo detrás de estatua de Beethoven está Correos. ¿A que es un edificio bonito? Solo con verlo ya daban ganas de enviar muchas postales. Pasando junto al edificio de Correos llegamos finalmente a la oficina de turismo y por fin nos hicimos con un mapa. ¡Ya podíamos seguir nuestro recorrido sin perdernos! Pero… ¡no sin antes subirme a la cabeza de Beethoven!
¡No podía desaprovechar esa oportunidad!
Decidimos empezar nuestro tour por la Universidad. El edificio pertenecía a la residencia de los príncipes, pero en 1818, el rey Friedrich-Wilhelm III decidió convertirla en universidad. ¡Tiene que ser un gusto estudiar en un edificio tan bonito! Aunque tiene que ser una sensación rara sentarte en el césped, a estudiar para los exámenes finales, con la mirada del arcángel dorado de la Puerta de Coblenza. Frente a la universidad había una explanada enorme de hierba, el Hofgarten, que llevaba hasta el Museo de Arte Académico. ¡Ya tendríamos tiempo otro día de visitarlo!
Justo al lado de la puerta se encuentra el Museo Egipcio. Curioso lugar, ¿verdad?
Caminamos a lo largo de todo el edificio hasta llegar al mirador que daba al Rin. ¡Qué bonitas vistas había! Nos quedamos un rato sentados en un banco mirando los barcos pasar, mientras pensábamos nuestro próximo destino. Como nos suele pasar, al mirar el mapa vimos que habíamos calculado un poco mal las distancias. ¡No nos iba a dar tiempo a visitarlo todo! Tendríamos que dividir la ciudad en dos excursiones. Hoy visitaríamos la ciudad antigua, y dejaríamos el Barrio Federal para la próxima excursión. ¡Espero que sea pronto! Ya que la tenemos al lado…
Seguimos el recorrido del Rin hasta llegar a la Ópera, para después volver al interior, hacia Marktplatz (plaza del Mercado), donde se encuentra el Antiguo Ayuntamiento.
¡Qué edificio tan elegante!
Paramos a comer en un pequeño restaurante de sushi, cerca de Marktplatz. ¡Qué hambre! Una sopa de miso calentita era lo mejor para refugiarse del frío. Después optamos por alejarnos un poco del centro de la ciudad, para ver algo interesante: el cementerio histórico de Bonn. ¡Allí está enterrada gente desde el siglo XVIII! Es muy bonito, todo lleno de árboles y enredaderas que trepaban por ellos. Eso sí, no me gustaría entrar por la noche. Tantas tumbas antiguas entre la maleza tienen que darle un aspecto muy tenebroso… ¡Qué miedo! Y, ¿sabéis un dato curioso? En este cementerio está enterrada la madre de Beethoven, María Magdalena.
¡Hay tumbas tan antiguas que hasta se las comen los árboles!
El sol empezaba a bajar y hacía más frío. ¡En febrero oscurece muy pronto! Estábamos también un poco cansados. ¡Sin darnos cuenta, habíamos recorrido de abajo a arriba toda la ciudad antigua! Bueno, Joaquín y Marta, yo iba cómoda y calentita en la mochila. Ahora tocaba volver con calma en dirección a la estación para volver a casa. Pero no sin antes visitar uno de los monumentos que nos quedaban por ver: Sterntor, o la puerta de la estrella. Se trata de los restos de la antigua muralla medieval que rodeaba Bonn. ¡Vaya si ha crecido la ciudad, que ahora está en pleno centro!
¡Vaya con el de amarillo! Se tuvo que poner ahí atras, hummm…
Por supuesto, no podíamos marcharnos de Bonn sin ver un museo. ¡Y qué mejor museo que la casa donde nació Ludwig van Beethoven! Tenía todavía la mayoría de los muebles de su familia, incluido su piano, y algunas de las trompetillas que usaba cuando se quedó sordo. Como es normal, no nos dejaron hacernos fotos dentro del museo, así que tuvimos que conformarnos con una foto a la fachada.
No me importaría vivir en una casa así de bonita.
Cuando salimos de la casa de Beethoven era casi de noche y hacía mucho frío. Decidimos tomar el próximo tren de vuelta a Düsseldorf. ¡Ya volveríamos en otro momento para ver la ciudad Federal! Además, se lo hemos prometido a Tere.
Espero que hayáis disfrutado leyendo mis aventuras en Bonn tanto como yo he disfrutado visitándola. ¡Nos vemos en nuestra próxima excursión!